Comenzare desde el principio de donde siempre se empieza para que me entiendan bien.
Primero déjenme que les aclare que mi viaje va bien, no me puedo quejar, aparte de que tengo la cartera apretada como ya era de esperarse, todo ha salido como había pensado. El país lo he encontrado lindo, muy nuevo. Me da la impresión de que todavía huele a su empaque de fábrica, como a perfume de carro nuevo. Parece que poco a poco va a encontrar su propio olor y desgaste.
Caminaba por las calles de Wellington sin involucrarme en los asuntos de nadie, más que de los de la ciudad misma. Ella, limpia como siempre, presumida de su perfección y de su orgullo ingles, rubia impecable, me acogía, pero siempre con la indiferencia de quien te deja pasar pero no te invita a comer. Sin verla a los ojos, pretendía encontrar en sus edificios y aparadores algo que llenara mi interés y mis ganas de lo nuevo. Por más esfuerzo de mis ojos, ni en sus edificios coloniales ni en las tiendas que presumen opulencia desde sus aparadores encontré lo que buscaba. Cuando la espigada ciudad me comenzaba a llenar de aburrimiento, un suceso sorprendió a mi nariz de manera repentina. Mis sentidos ajenos a lo que estaba pasando, no notaron cuando mi nariz se vio inundada de gran emoción al captar deliciosos y atormentadores olores. Olor, olor y más olor. Al principio mi nariz, feliz por el descubrimiento, disfrutaba en cada papila olfativa de su ser.
Entiendo que no entiendan mi preocupación, pero llegó un momento en que el suceso dejó de ser normal para convertirse en algo que ya no puedo controlar.
Fresa, chocolate, café, perfumes de diferentes flores, cítricos endulzados, hierbas de olor, pan dulce, tamales de elote, bombones. Camino por la calle con la nariz tan ocupada que marea mis demás sentidos. Hace que mi cabeza no piense y mis ojos se pierden. Mi tacto ni se diga, esta todo atolondrado.
Tengo que confesar que al principio no me sorprendió. Buscaba pastelerías y perfumerías para buscar una explicación pero no las encontré. Después de varias horas, mi cansada nariz y yo comenzamos a sospechar que los olores no eran reales, aunque no estábamos seguras.
Caminaba de manera desconcertada cuando la M roja que anuncia hamburguesas me trajo una idea para comprobar la teoría de falsos olores de mi nariz. Me dirigí hasta la puerta del restaurante, para buscarle descanso en el olor a gringo en sobrepeso. Y ahí es donde me di cuenta de mi pesadilla. El lugar olía a canela hervida con un toque de delicioso piloncillo!
Por ordenes de mi nariz, que comenzaba a enfadarse, me dirigí al baño del concurrido restaurante que funge mas como retrete publico que privado. Abrí la puerta buscando lo buscado, pero cual seria mi sorpresa cuando mi nariz se vio sorprendida por el olor a galletas de pasas al ron. Créanme cuando les digo que busque acercar mi nariz al inodoro pero lo único que conseguí fue que el la percepción se intensificara aún más hasta el punto de ser casi insoportable.
Salí del restaurante con cara de asustada. Caminaba lo más rápido posible para huir de los callejones con olor a arroz con leche y las avenidas con aroma a ese perfume antiguo que me recuerda a mi abuelita, cuando encontré la solución a mi problema.
Busque en mi mochila el paquete de tabaco que compré unas semanas antes, saque un papelillo y un filtro y diestramente rolé un cigarrillo mas apurada que nunca. Lo encendí e inhale como lo haría en cualquier otra ocasión. Vainilla! Vainilla! y mas vainilla! Ni un gustito a tabaco, de ese que se supone que mata. Nadita. Pura vainilla.
Estoy asustada de tanta dulzura, mi nariz está empezando a empalagarse y no me deja dormir. El hostal huele a rosas y si me atrevo a levantar un zapato de mi colega el francés, me encuentro con que tiene un olor a jazmín.
El colmo pasó ayer, cuando decidida en encontrar un olor flatulento para darle al fin un descanso a mi nariz, espere al primero que saliera del baño para sorprender algún olor. Y nada, nada funciona y mi preocupación y la de mi nariz sobretodo, me agobia. Me lo reclama a todo momento y estamos apunto de dejar de ser amigas.
Hoy me desperté con olor a manzanilla y mi boca olía a té de menta. Asustada corrí a la computadora y ahora aquí me tienen escribiéndoles para tener un consejo de quien conoce algo de mí.