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domingo, 16 de mayo de 2010

CONVERSACIONES CON EL MUERTO DEL CAMELLÓN

CONVERSACIONES CON EL MUERTO DEL CAMELLÓN

Sí te vi.

Estabas ahí tirado en medio del camellón. Te reconocí porque traías una bolsa negra en la cabeza.

No sentí nada cuando te vi, no te creí cuando me dijiste que moriste.
¿Qué esperabas? La televisión está llena de muertos, y casi todos mostrando mucha más sangre que tu.

Solo estabas ahí tirado, todo mojado en medio del camellón.
Creí que estabas dormido, pero estuviste todo el día rondando por mi cabeza, molestándome y gritándome desde dentro de mi tímpano: ¡Morí!, ¿Que no me escuchas?, ¡morí!

Gritaste y picaste mi cabeza todo el día. Que jodón.

Sí, ¡que tonta fui! Después de todo a nadie se le ocurre quedarse dormido entre los carros, todo mojado y con una bolsa negra en la cabeza.

Tienes razón, no lo voy a negar, mereces los obituarios tradicionales. A nadie le gustaría irse así nada más, sin que a nadie le duela la ausencia que se supone que uno deja y sin que nadie llore por uno.

Y seguro que tu mamá, si es que tienes, piensa que estas por ahí de vago. Porque los zapatos que traías son de vago. Te delatan. Si estuvieras vivo, quizá te recomendaría cambiarlos. Pero a mí que me importa, ni siquiera te conozco.

A mí me gustaría que tan siquiera un alma me extrañara cuando muriese. Pobre de ti, porque yo, que te vi de lejos, no cuento. Ni siquiera sé como te llamas, y no tengo idea de cómo era tu nariz. Es más, si no me hubieses molestado todo el día, igual y ni me acordaría de ti.

Y luego quien sabe porque estabas ahí tirado y asesinado, porque te voy a ser sincera, yo creo que a ti te mataron.

¿Qué habrás hecho que hiciste enojar tanto a ese quien te mató?

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